jueves, 5 de agosto de 2010

VELHA INFANCIA...


El impacto que la infancia tiene sobre la personalidad (impacto definitivo y el más poderoso de todas las etapas vitales de la persona) parece un hecho más que probado por psicólogos, psicoanalistas, psiquiatras y por la comunidad científica en general.
Para Freud, la personalidad del individuo se definía durante los dos primeros años de vida.

Erickson contempla algunas etapas más, pero de nuevo, le confiere un papel relevante a la infancia.

El hecho es que, nos guste o no, la infancia marca nuestra personalidad y, aunque de adultos tratemos de corregir ciertos aspectos que no nos agradan, de "desaprender" verdades que nos han inculcado, no debemos obviar ese "lado oscuro" que todos tenemos y que a veces despierta como un volcán dormido y nos desconcierta.
El aprendizaje personal debe ser una constante en nuestras vidas hasta conseguir asemejarnos lo máximo posible a la clase de persona que deseamos ser. Es nuestra responsabilidad "educar" al niño que llevamos dentro, mejorando su autoestima, corrigiendo aquellos aspectos en los que patina (orgullo, caprichos, egoísmos, etc...) y tratando de que pervivan su ilusión y su interés por descubrir cosas nuevas.

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