jueves, 29 de octubre de 2009


Vestido con el traje caribeño de "liqui-liqui", en vez del frac de rigor, "El Gabo", como lo conocen, recibió en 1982 el Nobel de Literatura por "Cien años de soledad".

La casa se llenó de amor. Aureliano lo expresó en versos que no tenían principio ni fin. Los escribía en los ásperos pergaminos que le regalaba Melquíades, en las paredes del baño, en la piel de sus brazos, y en todos aparecía Remedios transfigurada: Remedios en el aire soporífero de las dos de la tarde, Remedios en la callada respiración de las rosas, Remedios en la clepsidra secreta de las polillas, Remedios en el vapor del pan al amanecer, Remedios en todas partes y Remedios para siempre.
Rebeca esperaba el amor. A las cuatro de la tarde bordando junto a la ventana. Sabía que la mula del correo no llegaba sino cada quince días, pero ella la esperaba siempre, convencida de que iba a llegar un día cualquiera por equivocación. Sucedió todo lo contrario: una vez la mula no llegó en la fecha prevista. Loca de desesperación, Rebeca se levantó a media noche y comió puñados de tierra en el jardín, con una avidez suicida, llorando de dolor y de furia, masticando lombrices tiernas y astillándose las muelas con huesos de caracoles [...]

1 comentario:

  1. Genial, grande, mayúsculo como las "G" de tu nombre.
    El verdadero arte, puro, sencillo y sin pretensiones.
    Una lección de narrativa... y de vida.

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