Esta mañana, tras tomarme el imprescindible (al menos para mí) café mañanero, he lavado la taza, la he secado y, justo cuando iba a guardarla, se me ha escurrido entre las manos y se ha deshecho en mil pedazos contra el suelo.
Una anécdota sin importancia, de no ser porque esa taza llevaba conmigo la friolera de 12 años.
Fué el regalo de Reyes de una amiga y compañera de piso en la universidad. Recuerdo de una época sumamente feliz, en la que no teníamos un duro, pero con lo poco que había lográbamos salir tres veces por semana, ir al cine y regalarnos detalles tan importantes como mi taza.
Esa taza ha vivido conmigo cambios de domicilio, de pareja, de estado de ánimo. Ha pasado conmigo por oposiciones, rupturas, enfados con amigos, planes de futuro, vuelta de viajes e infinidad de situaciones sobre las que he reflexionado hoy al ver su "cadaver" esparcido por la cocina.
Me ha servido también para darme cuenta de la realidad de la frase tan manida de que "
el tiempo vuela", pues las vaquitas que la adornaban, llevaban sonriendome muchas mañanas (y conseguían dibujarme una sonrisa a primera hora, ya que ciertamente, era una taza muy linda y divertida)
Es increible la fugacidad de las horas y como los hábitos y rutinas que hemos interiorizado sin querer, de pronto un día cambian o desaparecen y tienes que aprender a vivir de otro modo.
En este caso, es sólo una taza, pero por cuántos cambios hemos pasado (y los que nos quedan), creyendo siempre que todo sigue igual y que podemos controlar el futuro. Lennon lo explicaba muy bien: "
La vida es lo que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes".
Yo soy una persona de rutinas, aunque no me guste reconocerlo, y me apego en exceso a personas y situaciones. He leído muchos libros de filosofía budista, intentando aprender a romper lazos (tóxicos, por supuesto), a soltar amarras y a liberarme de los lastres que me inmovilizan en el mismo sitio y me impiden avanzar.
Pero es un trabajo que cuesta tiempo y realizar grandes esfuerzos conscientes, ya que se nos ha educado para hacernos personas competentes en el ámbito laboral, e incluso en el de las relaciones con los demás. Pero nadie se ha parado a explicarnos la importancia de la relación que mantienes contigo mismo/a. La relación más importante que mantendrás a lo largo de toda tu vida. Nadie (o al menos a mí) te enseña cómo quererte, cómo valorarte e intentas llenar con los demás el vacío que se produce en tí, lo cual, no solo nunca sale bien, sino que, además, genera una enorme frustración.
La taza es un pequeñísimo símbolo de mis apegos. Se ha roto, no pasa nada, hoy en día puedo comprarme 100. Es también una pequeña ruptura con aquella época pasada, que fué muy hermosa, pero la actual también lo es. Y hay que conseguir que lo sea más aún si cabe.
Descansa en paz, taza mía. Gracias por dejarme disfrutar todos estos años de tus cafés y veremos qué pasa a partir de ahora...
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