sábado, 6 de marzo de 2010

UNA ENFERMEDAD LLAMADA RACISMO


Las expatriaciones de inmigrantes, con su previo hacinamiento en centros cuya única diferente entre éstos y la cárcel es el nombre, no nos sorprenden. Habrá incluso algún indeseable que le parezca bien y le guste: hay personas que mantienen relaciones sexuales con cadáveres, lo que confirma que el mundo está lleno de gente extraña. En cambio el gore sí tiene la dosis necesaria de morbo para que mostremos un mayor interés. Me refiero a ese suceso que ocurrió en Valencia hace ya varios meses en el que un empresario había abandonado a las puertas del hospital a su empleado, con un brazo amputado; extremidad que el empresario previamente había dejado en un contenedor de basura. Para más inri no lo tiró al de desechos orgánicos. El hijo puta.
Las condiciones laborales eran inhumanas, pero eso nos suda las narices, el suceso es noticia por el brazo amputado, a partir de ahí sí nos importa dónde trabajaba el susodicho, las condiciones en la que lo hacía y demás informaciones; no es preocupación, es morbo. La única diferencia entre este pobre hombre y miles de inmigrantes que viven en nuestro país – con tantos derechos y deberes como los de cualquier nacido en este trozo de tierra llamado España - es un brazo amputado. Pues no son pocos los inmigrantes que por dos perras chicas se echan a la calle de buena mañana, trabajan como esclavos del siglo XXI sin derecho a rechistar, para conseguir ese sueño que les hizo llegar hasta aquí – otro día hablaré de las deficiencias síquicas de los que dicen que vienen a quitarnos el trabajo-.

Pero no sólo el accidente laboral trágico e irreparable les diferencia, no, porque gracias a la carencia del brazo el gobierno de España, en un gesto que demuestra su progresismo, dejando ver su clara vocación por los derechos humanos y las libertades de todos los ciudadanos, le concedió los papeles que le autorizan a ser un ciudadano legal en España. A él y a su familia. Con esto España lanza un mensaje al mundo: da igual de dónde vengas, da igual dónde hayas nacido o cómo te llames, en España si tienes un grave accidente laboral siendo un inmigrante ilegal que trabaja en la clandestinidad, te proporcionamos los papeles para que puedas vivir en paz y armonía en nuestro hermoso país. Si tus extremidades siguen en su sitio y no tienes un poder adquisitivo importante del que podamos sacar tajada – la procedencia y la ilegalidad de ese dinero no nos preocupa, sabemos hacer la vista gorda como el que más - , no nos quedará otra que mandarte a tomar por culo. Pero con educación y talante, ojo, que somos un país desarrollado.

Y de eso último me río, aunque el tema tiene de todo menos gracia. Me río que consideremos a España un país desarrollado cuando todavía tratamos a personas como mercancía inservible, tachándoles de ilegales, un término tan despectivo como poco solidario, irracional y lamentable. Impropio de este siglo. No hay personas ilegales, no las debería haber, nunca; como tampoco debería existir este mal endémico que crece en la población de la misma forma que disminuye la cultura y la solidaridad. Esa enfermedad llamada racismo, que tanto puto asco me da.

"Una enfermedad llamada racismo"
Autor: Toni Rajo.
blog: Un salteador de caminos perdidos.
prombaenr.blogspot.com

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