miércoles, 30 de diciembre de 2009

TOTUM REVOLUTUM


Soy consciente de que lo que voy a escribir puede sonar a pataleta (y probablemente lo sea) por haber perdido mi puesto de trabajo.
Pero lo que me cabrea, no es el hecho de cerrar esta etapa y comenzar otra nueva, ya que de eso va la vida, no?, de cambios. Cambios constantes, imprevistos y sorpresas, aunque a veces creamos que "nunca pasa nada". Afortunadamente, somos seres vivos y es inherente a nuestra condición que nada permanezca (todo fluye, nada es...)
El motivo de mi enfado es lo mal montado que está todo y lo pasivos que permanecemos.
Ayer acudí a una manifestación que, bajo un lema solidario y altruista: "No a la privatización de los servicios sociales. Público es servicio, privado es beneficio", se escondían motivos menos nobles.
Al final, lo que cada uno persigue es su propio bienestar y son muy pocos los que son capaces de trascenderse a sí mismos y mirar el ombligo de los que tiene a su alrededor.
Estamos atravesando una época de grave crisis económica, donde la inestabilidad laboral, las deudas y ahogos económicos son el sonido familiar que nos envuelve cada día en cuanto encendemos el televisor o enchufamos la radio.
No es la primera crisis y, probablemente tampoco será la última, y aquellos que somos más afortunados por contar con un trabajo o con una prestación por desempleo nos quejamos y queremos más, Más sueldo, más oportunidades.
Pero los que lo están pasando realmente mal, las verdaderas víctimas de la crisis son silenciosas.
Este trabajo me ha dado la oportunidad de adentrarme en la intimidad de muchas personas y he podido comprobar cómo aquellos/as que pasan verdaderos apuros económicos (usuarios/as de comedores sociales, de ayudas de emergencia social, etc...), personas cuyos ingresos mensuales son muchas veces iguales a cero, no salen a manifestarse. No ejercen su derecho a la pataleta, al lloro, a gritar en voz bien alta su injusticia y a pedir explicaciones a los que gobiernan.
No protestan porque temen dar lástima y porque saben que lo único que van a obtener es una palmadita en la espalda y unos gramos de compasión.
Salen a la calle cada día buscando trabajo y recorren hilómetros en busca de una oportunidad.
No reclaman ayudas, solo quieren ganarse la vida dignamente.
Y mientras, los políticos y dirigentes se burlan de todos nosotros. Manejan el dinero público sin escrúpulos y se preocupan sólo de ganar popularidad.
Se la trae al pairo aquellos que no tienen ni para comer. Son tan obscenos que fingen que les importa, pero no tienen reparos en ahorrar gastos a base de hacer recortes en política social.
Me da igual el color del partido. Los que han montado estas redes tampoco lo hicieron pensando en el bienestar del pobre.
Lo hicieron porque es un brutal golpe de efecto: "Nosotros sí nos preocupamos de los más desfavorecidos". Mentira. Les importa la imagen que se proyecta. Todo es apariencia, engaño.
Pero al menos, de su hipocresía nació algo bueno, pues se estaba ayudando a la gente.
Y ahora: cambio de gobierno y derribamos todo lo construído sin pararnos a pensar en las consecuencias. El débil se queda desamparado, pero eso a nadie le importa. En las próximas estadísticas podrán jactarse de que se ha reducido el gasto.
Ya lo dijo Darwin: sólo el fuerte sobrevive.

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