Memorial del árbol
Tu abuelo, nos contaste, intuyendo el final de su existencia en la Tierra, fue diciendo adiós a los amigos, a su familia, a la naturaleza, porque quería estar lúcido y presente cuando la muerte llegara. Por eso, se abrazaba a los árboles que guardaban las páginas escritas de su vida.
Me llega la triste noticia de tu muerte y te evoco, el verano pasado, en la biblioteca de tu casa de Lanzarote. Vuelves a ser el perfecto anfitrión, el hombre cortés, inteligente, generoso, al que le gusta compartir la amistad. Me honra ser tu invitado. Pilar, tu compañera, tu cómplice, parece señalar en silencio a todos y cada uno de tus personajes en ti: al Ricardo Reis que se compadece de la soledad de los poetas y ayuda a no temer la memoria, a los inventores de artefactos angélicos que quieren enseñar a los seres humanos a volar "aunque les cueste la vida", a aquel alfarero que libra a los esclavos de una nueva caverna porque se niega a aceptar ciertas cegueras que imponen desigualdad y dolor.
Tú, que has sido también todos los nombres, no terminas aquí. 2010 es ya, para siempre, el año de la muerte de José Saramago, pero tus libros forman un maravilloso bosque de dignidad. Y yo me abrazo al árbol para mantener tu memoria.
Me llega la triste noticia de tu muerte y te evoco, el verano pasado, en la biblioteca de tu casa de Lanzarote. Vuelves a ser el perfecto anfitrión, el hombre cortés, inteligente, generoso, al que le gusta compartir la amistad. Me honra ser tu invitado. Pilar, tu compañera, tu cómplice, parece señalar en silencio a todos y cada uno de tus personajes en ti: al Ricardo Reis que se compadece de la soledad de los poetas y ayuda a no temer la memoria, a los inventores de artefactos angélicos que quieren enseñar a los seres humanos a volar "aunque les cueste la vida", a aquel alfarero que libra a los esclavos de una nueva caverna porque se niega a aceptar ciertas cegueras que imponen desigualdad y dolor.
Tú, que has sido también todos los nombres, no terminas aquí. 2010 es ya, para siempre, el año de la muerte de José Saramago, pero tus libros forman un maravilloso bosque de dignidad. Y yo me abrazo al árbol para mantener tu memoria.
José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno.
P.D. No os olvideis nunca de la importancia de los abrazos, tanto a los árboles como, por supuesto, a todos aquellos que nos importan e incluso a los que no conocemos. Sin ánimo de entristecer a nadie, debemos tener presente que puede que un día nos vayamos de forma inesperada y repentina y que nos queden muchos abrazos pendientes y muchos "te quiero" en los labios...
Ah!, y demosle un pequeño respiro a ZP, que con la que está cayendo, ha encontrado tiempo para escribir esta hermosa carta...
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