El sol de noviembre en la cara. El frío que trae la nieve. El cigarro encendido en la mano. Y la copa de vino.
Los recuerdos de un gran amor ahora menguante que se agolpan en la mente al escuchar las notas de aquella canción de los Beatles.
Todo empezó por casualidad. ¿Casualidad?.
Nos conocimos en primavera en una ciudad extraña para los dos. Mi maleta era pesada, pero no tanto como el dolor que llevaba en el corazón.
El final del primer amor. La muerte de las ilusiones y de la esperanza de que las cosas mejoraran. Me fui intentando huir de mi futuro y te encontré a ti. Mi destino.
Llegaste a mí sin apenas darme cuenta. Sonreías.
Te recuerdo en aquella discoteca, envuelto en una bruma de humo que diluye tu cara. Una invitación. A tomar algo, a conocerte. A abrirte la puerta de mi vida sin saberlo.
Después, un par de encuentros sin importancia, el adiós y la llamada. Tu llamada.
No era a mí a quien buscabas. ¿O tal vez si? Cuando te conocí enseguida supe que aquel encuentro no sería el último. Me lo decía el corazón.
Tal vez en otra vida, en otro momento nos habíamos conocido y aquel encuentro me sirvió para recordarte.
¿Quién eras?, ¿eras alguien tan importante y tan querido para mi como lo eres ahora?
Yo nunca había creído en los flechazos ni en las intuiciones y tu me atravesaste el alma.
Si tuviera que describir lo que sentí en aquella estación al verte partir, diría que una enorme flecha de madera me atravesó el cuerpo de un lado a otro a la altura del corazón. Y cuando por fin conseguí arrancarla, la sangre que corría por mi cuerpo salió a borbotones por la herida abierta arrastrando a su paso todo mi pasado y todo mi futuro. Desde entonces y a partir de entonces sólo tú. Sólo tú tienes cabida en mi interior. Sólo hay espacio para ti.
Pero volvamos aquel primer encuentro. Me gusta recrearme una y otra vez vez recordando cómo ocurrió todo. Me gusta recordarte a ti. Mi amor. Mi dulce amor.
Así comenzará el libro que no sé si algún día escribiré... Se llamará "Invisible"
ResponderEliminar(Ana)