La capacidad de cambiar de perspectiva, para ver los problemas "desde ángulos diferentes", guarda relación con la flexibilidad de la mente. El beneficio fundamental es que nos permite abarcar toda la existencia, sentirnos plenamente vivos,, experimentar toda la sensación de nuestra humanidad.
Todos podemos desarrollar la flexibilidad mental. Surge, al menos en parte de nuestros esfuerzos por extender nuestra perspectiva y probar nuevos puntos de vista. El resultado es la conciencia simultánea del macrocosmos y del microcosmos, que nos ayuda a separar lo que es importante de aquello que no lo es.
En el mundo actual, el intento de desarrollar un pensamiento flexible no es un simple ejercicio para intelectuales ociosos, sino una cuestión de supervivencia. Desde un punto de vista evolutivo, son las especies más flexibles las que se han adaptado mejor a los cambios ambientales, las que han sobrevivido y prosperado.
La vida se caracteriza por el cambio repentino, inesperado y, en ocasiones, violento.
Una mente flexible puede ayudar a reconciliarnos con los cambios externos y también ayudarnos a amortiguar nuestros conflictos internos, inconsistencias y ambivalencias.
Si no cultivamos una mente adaptable, nuestra mirada se enturbia y nuestra relación con el mundo se guía por el temor. Al adoptar un enfoque flexible y dúctil, ante la vida podemos mantener nuestra compostura incluso en las situaciones más turbulentas.
Es gracias a nuestros esfuerzos por alcanzar una mente flexible como podemos reforzar la capacidad de resistencia del espíritu humano.
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