miércoles, 18 de noviembre de 2009


Nos pasamos la vida corriendo como locos. Pre-ocupándonos, ocupándonos y post-ocupándonos de problemas que consideramos vitales, pero que si tomamos la perspectiva suficiente, vemos que no alcanzan apenas la dimensión de una gota en la inmensidad de nuestra existencia.
Problemas de trabajo, apuros económicos (puntuales), hipotecas, oposiciones, ascensos...
Hechos puntuales que convertimos en auténticos virus que atacan nuestra salud y minan nuestro ánimo.
¿En qué momento hemos permitido que la civilización con sus exigencias nos poseyese por completo hasta el punto de ser capaces de adormilar de este modo nuestra naturaleza animal?
Pasamos de cultivar la tierra y cazar los animales que precisábamos para comer y cobijarnos a volvernos seres tecnológicos que son capaces de destruír a un semejante por conseguir unas cuantas piezas más de metal.
Sé que estas reflexiones suenan ingenuas, porque la sociedad que nos ha tocado vivir es la sociedad del capitalismo, donde el "éxito" y los "fracasos" se miden en función de los cánones que dictan los más poderosos. Aquellos que te hacen creer que si no conduces este modelo de coche, no vales nada, que te empujan a hacer horas extra y a endeudarte con el banco para conseguirlo y que, una vez que lo tienes, caprichosamente, lo cambian por un nuevo modelo y tú das una vuelta más a la rueda de tu jaula, que a la vez se inserta en una mayor.
Porque no lo olvides, no eres más que una pequeña pieza que mueve el engranaje, una pequeña hormiga en este enorme maizal y que, mientras sigas siendo útil, alcanzarás algún valor, pero en el momento en el que el paso inexorable del tiempo haga mella en tus capacidades, serás apartado y condenado al olvido, porque la sociedad no quiere viejos. La vejez se esconde, se camufla, se tiñen las canas en lugar de respetarlas.
No interesa que veamos el otro lado de nuestra propia naturaleza, y lo peor es que consiguen que la obviemos y que nos creamos el cuento de que siempre seremos bellos y jóvenes (y si no, ya sabes, gasta el dinero que sea preciso para poder seguir compartiendo campo de juego con los triunfadores).
Se que todo esto no va a cambiar, porque es una maquinaria muy precisa, donde cada pieza ha sido perfectamente insertada y que apenas da errores, pero de vez en cuando, sí que alguna pieza chirría, se sale de su sitio o mejor, sale del sitio en el que la habían colocado.
Porque ese no es nuestro sitio. Nosotros nacimos libres y salvajes. Caminamos descalzos notando el latido de la tierra bajo nuestros pies. Cabalgamos praderas a lomos de caballos. Nos bañamos desnudos en ríos y mares. Abrazamos los árboles y bailamos bajo las estrellas.
¿Y ahora?, ¿Es esto el progreso?, convertirnos en esclavos del dinero. Cambiar el cielo azul y el horizonte por una mesa de oficina y la pantalla de un ordenador. Cancelar el café con un amigo o no poder celebrar el cumpleaños de tu padre porque el trabajo te lo impide. No poder ver cómo crecen tus hijos porque tus horarios no coinciden con los suyos (los convertimos en esclavos a edades muy tempranas)
Adaptar tu vida personal, tu propia felicidad a un trabajo y no a la inversa(vivir para trabajar en lugar de trabajar para vivir)
Nos estamos alejando de nuestra esencia. Nuestro cuerpo nos lo va advirtiendo, pero lo ignoramos, porque también los de arriba han inventado un vocablo para ese fallo tan común del sistema: stress, ansiedad,... e incluso han creado los antivirus precisos para que puedas seguir trabajando alterar el sistema, sin que un día te dé un arrebato, levantes el culo de tu silla ergonómica y grites que te largas, que les den a todos, o lo que es peor... que contamines a tus compañeros, que extiendas el virus por el sistema y provoques un fallo generalizado.
Y un buen dia, te levantas y te das cuenta de que ese ser querido al que tenías olvidado, porque estabas muy ocupado ya no está. Ha ido envejeciendo y no te has dado cuenta, porque eso no se ve. O ha sufrido un accidente y, como nadie te ha explicado que en realidad, no somos inmortales, no alcanzas a creer que no lo volverás a ver. Pero no te preocupes, el sistema te curará: te da 4 días para que te recuperes, te receta dos o tres pastillas al día y pronto regresarás a tu vida de autómata.
Y tus hijos, ¿te los has perdido?, no importa. Lo que importa es que los has aleccionado bien y que pronto pasarán a sustituirte en esta cadena.
Quién necesita tiempo para reír, para llorar, para sentir la lluvia caer sobre la cara. Hemos conseguido acallar incluso los sentimientos. Increible.

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