domingo, 8 de noviembre de 2009

MIS PINITOS LITERARIOS.


Otra vez esta horrible sensación. Creo que me voy haciendo viejo porque cada vez me cuesta más reponerme de una noche de marcha. Los remordimientos y el mal sabor de boca que dejan el no haber encontrado una vez más lo que andaba buscando se mezclan con el mal dormir y con el amargo sabor de los restos de alcohol en mis labios, en mi estómago, en mis venas.
A veces pienso que antes debía ser todo mucho más fácil. Se suponía que uno no tenía muchas opciones dónde elegir, que se limitaba a seguir el camino que le había tocado: una mujer, unos hijos, un trabajo estable...
Pero todo eso ahora no es ni de lejos suficiente, al menos para mi. Es cierto que todavía no se lo que quiero y quizás ya va siendo hora porque antes un hombre a mi edad se le suponía maduro y capaz de asumir responsabilidades y yo lo único que siento ahora es miedo, un inmenso miedo. Miedo de estar desaprovechando el tiempo, de sentirme tan paralizado, sin saber si debo avanzar o retroceder, sin saber qué camino elegir.
¿Una pareja estable?, ¿De verdad crees qué es eso lo que necesitas?, ya la has tenido, durante 15 largos, aburridos, vacíos e insoportables años y ¿crees que me ha servido de algo?, bueno de algo si. Ha servido para darme cuenta de lo que no quiero. Después apareció ella y por unos meses llenó de luz mi vida, pero se marchó como había venido, como un huracán que sorprende en medio de la noche sin avisar y se va tan rápido como ha venido. Creo que tuvo miedo de mi al conocerme, miedo de mis malos momentos, capaces de transformar cualquier buen momento en la peor pesadilla. Tristeza, tristeza, tristeza. Eso es todo lo que podría ofrecerle.
Aún recuerdo su imagen en aquella discoteca, cómo surgió de entre la niebla como un ángel. Allí, de pie, meciéndose al sonido de la música mientras el resto de la sala desaparecía ante mis ojos tras la cortina de humo. Me acerqué hacia ella con movimientos torpes pero aun así más rápido de lo que hubiera deseado pues cuando quise darme cuenta ya estaba demasiado cerca como para dar media vuelta e irme con mis insatisfacciones y mis dudas. Recuerdo que ella sonreía mientras yo me presentaba. También recuerdo como, mirándome fijamente a los ojos y sin dejar de sonreír ni un instante, me tendió su mano firme sin saber que al hacerlo estaba tendiendo la mano a la confusión plena, al vacío de ginebra. Y la sonrisa. Esa sonrisa que alumbró mis días mientras duraron los paseos por el parque, las películas de vídeo en el salón, los besos, la ternura. Mientras el inconformismo permaneció dormido en un rincón de mi alma. Pero de pronto, un día su imagen reflejada en el espejo de mi coche se me antojó insoportable. Seguía siendo bella y adorable, ese no era el problema. El problema era yo y la sola idea de que algo bueno como aquello pudiera estar pasándome a mí en esta asquerosa vida.
¿Qué si lo lamento?, Probablemente si. Me hubiera gustado poder alargar un poco más las dulces horas o poder cerrar los ojos a la luz que me indicaba el verdadero camino que debía seguir. Pero siempre me ha gustado mirarla de frente, aunque con ello no consiga más que soledad y sufrimiento a mi alrededor.
¿Qué si lo sigo buscando?. Claro que si, con cada fibra de mi ser y no pararé hasta encontrarlo.

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